viernes, enero 23, 2009

Las Hormigas

Fragmento del libro “Las hormigas”, de Bernard Werber:


Durante los pocos segundos que requerirá usted para leer estas cuatro líneas:
-40 seres humanos y 700 millones de hormigas están naciendo en la Tierra
-30 seres humanos y 500 millones de hormigas están muriendo en la Tierra.
SER HUMANO: Mamífero cuya estatura varía entre 1 y 2 metros.
Peso: entre 30 y 100 kilos. Gestación en las mujeres: 9 meses.
Nutrición: omnívora. Población estimada: más de 5 mil millones de individuos.
HORMIGA: Insecto cuya envergadura varia entre 0,01 y 3 cm. Peso: entre 1 y
150 miligramos. Puesta: según la cantidad de espermatozoides.
Nutrición: omnívora. Población probable: 1.000.000.000 de individuos.



Una pata acaba de moverse. Es el primer gesto desde la entrada en hibernación, hace tres meses de eso. Otra pata se mueve despacio hacia delante; acaba en dos garras que se separan poco a poco. Una tercera pata se extiende. Luego, un tórax. Luego, un ser. Luego, otros doce.

Tiemblan para ayudar a su sangre transparente a que circule por la red de arterias. La sangre pasa de un estado pastoso a otro más fluido y luego al estado líquido. Poco a poco, la bomba cardiaca vuelve a ponerse en marcha. Impulsa el jugo vital hasta el extremo de los miembros. Los biomecanismos se calientan. Las articulaciones de extraordinaria complejidad se mueven. Todas las articulaciones con sus placas protectoras buscan y encuentran el punto de máxima torsión.

Se levantan. Sus cuerpos recuperan el aliento. Sus movimientos son desordenados. Una danza lenta, se sacuden ligeramente, se agitan. Sus patas delanteras se unen ante sus bocas como para rezar, aunque no mojan sus garras para lustrarse las antenas.

Los doce que han despertado se friccionan entre sí, Luego, intentan despertar a sus vecinas. Pero apenas tienen fuerza suficiente para mover sus propios cuerpos, no tienen energía que entregar. Renuncian.

Entonces, echan a andar con dificultad entre los cuerpos rígidos de sus hermanas. Se dirigen hacia el gran Exterior. Es necesario que sus organismos de sangre fría capten las calorías del astro del día.

Se mueven con fatiga. Cada paso es un dolor. Tienen tantas ganas de volver a tenderse y estar tranquilos como millones de sus semejantes. Pero no. Han sido los primeros en despertar. Ahora tienen que reanimar a toda la ciudad.

Cruzan el límite de la ciudad. La luz solar les ciega, pero el contacto con la pura energía es tan reconfortante.

Sol, entra en nuestros caparazones,
mueve nuestros músculos doloridos
y une nuestros pensamientos divididos.


Es una antigua canción de las hormigas rojas del centésimo milenio. Ya en aquel entonces sentían deseos de cantar en sus cerebros con el primer contacto con el calor.

Una vez fuera, empiezan a lavarse metódicamente. Secretan una saliva blanca y con ella impregnan sus mandíbulas y sus patas.

Se cepillan. Es toda una ceremonia inmutable. Primero, los ojos. Las trece mil celdillas que forman cada ojo esférico son desempolvadas, humidificadas, secadas. Hacen lo mismo con las antenas, con los miembros inferiores, los miembros medios, los miembros superiores. Para acabar, lustran sus hermosas corazas rojas hasta que brillan como gotas de fuego.

Entre las doce hormigas que han despertado figura un macho reproductor. Es algo más pequeño que la media de la población belokaniana. Tiene unas mandíbulas estrechas y está programado para no vivir más allá de unos meses, pero también está provisto de ciertas ventajas desconocidas entre sus congéneres.

El primer privilegio de su casta: como hormiga sexuada, tiene cinco ojos. Dos grandes ojos situados en disposición triangular en la frente. Esos ojos supernumerarios son de hecho captores de rayos infrarrojos que le permiten detectar a distancia cualquier fuente de calor, incluso en la oscuridad más absoluta.

Esta característica resulta tanto más preciosa cuanto que la mayoría de los habitantes de las grandes ciudades este cien mil milenio se han vuelto completamente ciegos a fuerza de pasar toda su vida bajo tierra.

También posee (como las hembras) unas alas que un día le permitirán volar para hacer el amor.

Su tórax está protegido por un escudo especial: el meso-tonum. Sus antenas son más largas y más sensibles que las de los demás habitantes.

Este joven macho reproductor se queda largo rato sobre la cúpula, llenándose de sol. Luego, cuando ya está caliente, vuelve a la ciudad. Temporalmente forma parte de la casta de las hormigas «mensajeras térmicas»

Circula por los corredores del tercer nivel inferior, donde todo el mundo duerme todavía profundamente. Los cuerpos están congelados. Las antenas yacen laxas.

Las hormigas sueñan aún.