domingo, marzo 29, 2009

Batalla de Karánsebes


La Batalla de Karánsebes tuvo lugar durante la guerra Ruso-Turca (1787-1792), en la tarde del 17 de septiembre de 1788, entre diferentes partes de un ejército austríaco que creía estar luchando contra tropas del Imperio Otomano.

El 17 de Septiembre de 1788, hacía un año que había estallado la enésima guerra entre los imperios austríaco y otomano, y un ejército austríaco de 100.000 hombres se dirigía hacia la ciudad fronteriza de Karansebes (actual Rumanía) para acampar en vísperas de una invasión. La mayoría de las tropas austríacas las conformaban pueblos sometidos (italianos, serbios, croatas, húngaros, rumanos) y muy pocos de los soldados hablaban alemán, la lengua del emperador.

Los primeros en llegar fueron una vanguardia de húsares con la misión de explorar y limpiar el territorio de posibles enemigos, pero no encontraron un solo soldado turco. En su lugar apareció un grupo de gitanos que vendían aguardiente, así que los soldados les compraron unos cuantos barriles y empezaron a beber mientras llegaban los refuerzos.

Un tiempo después llegó un contingente de infantería, que solicitó su correspondiente trago de aguardiente. Sin embargo, los húsares (ya borrachos) se negaron a darles nada y construyeron barricadas en torno a los barriles de licor. Comenzó entonces una agria disputa entre los dos contingentes que culminó con un disparo al aire.

Entonces todo se desató. Los rumanos creyeron que el disparo lo había hecho un francotirador turco y comenzaron a gritar. "¡Turcii! ¡Turcii!", "¡Los turcos!". Los húsares salieron corriendo. Los infantes se desbandaron. En un intento por imponer orden, los oficiales austríacos entraron en escena y comenzaron a gritar "¡Halt!", "Alto". Sin embargo los soldados creyeron oír "¡Alá!", el grito de guerra de los otomanos, y el caos se multiplicó.

Coincidió entonces que llegaban otros grupos de tropas. Desde la distancia, un oficial de caballería vio a los húsares dando vueltas alrededor del campamento revuelto. No le cupo la menor duda, debía ser un ataque de la caballería turca. Así que ordenó una carga, sable en mano, contra lo que creía el enemigo.

Al mismo tiempo, la carga de caballería fue vista desde otro punto por un cuerpo de artillería. Creyendo sin duda que eran los turcos, los artilleros abrieron fuego contra los jinetes.

Ya enloquecidos, los soldados se dispersaron en pequeñas bandas que disparaban a todo lo que se movía, creyendo que los turcos estaban por todas partes. Así se sucedieron las horas de batalla hasta que en un momento dado todos decidieron que había llegado el momento de emprender la huida. Durante ésta el caballo del emperador se espantó y José II acabó en una poza.

Los turcos llegaron a Karansebes dos días después. Sobre el suelo yacían 9000 muertos.

viernes, enero 23, 2009

Las Hormigas

Fragmento del libro “Las hormigas”, de Bernard Werber:


Durante los pocos segundos que requerirá usted para leer estas cuatro líneas:
-40 seres humanos y 700 millones de hormigas están naciendo en la Tierra
-30 seres humanos y 500 millones de hormigas están muriendo en la Tierra.
SER HUMANO: Mamífero cuya estatura varía entre 1 y 2 metros.
Peso: entre 30 y 100 kilos. Gestación en las mujeres: 9 meses.
Nutrición: omnívora. Población estimada: más de 5 mil millones de individuos.
HORMIGA: Insecto cuya envergadura varia entre 0,01 y 3 cm. Peso: entre 1 y
150 miligramos. Puesta: según la cantidad de espermatozoides.
Nutrición: omnívora. Población probable: 1.000.000.000 de individuos.



Una pata acaba de moverse. Es el primer gesto desde la entrada en hibernación, hace tres meses de eso. Otra pata se mueve despacio hacia delante; acaba en dos garras que se separan poco a poco. Una tercera pata se extiende. Luego, un tórax. Luego, un ser. Luego, otros doce.

Tiemblan para ayudar a su sangre transparente a que circule por la red de arterias. La sangre pasa de un estado pastoso a otro más fluido y luego al estado líquido. Poco a poco, la bomba cardiaca vuelve a ponerse en marcha. Impulsa el jugo vital hasta el extremo de los miembros. Los biomecanismos se calientan. Las articulaciones de extraordinaria complejidad se mueven. Todas las articulaciones con sus placas protectoras buscan y encuentran el punto de máxima torsión.

Se levantan. Sus cuerpos recuperan el aliento. Sus movimientos son desordenados. Una danza lenta, se sacuden ligeramente, se agitan. Sus patas delanteras se unen ante sus bocas como para rezar, aunque no mojan sus garras para lustrarse las antenas.

Los doce que han despertado se friccionan entre sí, Luego, intentan despertar a sus vecinas. Pero apenas tienen fuerza suficiente para mover sus propios cuerpos, no tienen energía que entregar. Renuncian.

Entonces, echan a andar con dificultad entre los cuerpos rígidos de sus hermanas. Se dirigen hacia el gran Exterior. Es necesario que sus organismos de sangre fría capten las calorías del astro del día.

Se mueven con fatiga. Cada paso es un dolor. Tienen tantas ganas de volver a tenderse y estar tranquilos como millones de sus semejantes. Pero no. Han sido los primeros en despertar. Ahora tienen que reanimar a toda la ciudad.

Cruzan el límite de la ciudad. La luz solar les ciega, pero el contacto con la pura energía es tan reconfortante.

Sol, entra en nuestros caparazones,
mueve nuestros músculos doloridos
y une nuestros pensamientos divididos.


Es una antigua canción de las hormigas rojas del centésimo milenio. Ya en aquel entonces sentían deseos de cantar en sus cerebros con el primer contacto con el calor.

Una vez fuera, empiezan a lavarse metódicamente. Secretan una saliva blanca y con ella impregnan sus mandíbulas y sus patas.

Se cepillan. Es toda una ceremonia inmutable. Primero, los ojos. Las trece mil celdillas que forman cada ojo esférico son desempolvadas, humidificadas, secadas. Hacen lo mismo con las antenas, con los miembros inferiores, los miembros medios, los miembros superiores. Para acabar, lustran sus hermosas corazas rojas hasta que brillan como gotas de fuego.

Entre las doce hormigas que han despertado figura un macho reproductor. Es algo más pequeño que la media de la población belokaniana. Tiene unas mandíbulas estrechas y está programado para no vivir más allá de unos meses, pero también está provisto de ciertas ventajas desconocidas entre sus congéneres.

El primer privilegio de su casta: como hormiga sexuada, tiene cinco ojos. Dos grandes ojos situados en disposición triangular en la frente. Esos ojos supernumerarios son de hecho captores de rayos infrarrojos que le permiten detectar a distancia cualquier fuente de calor, incluso en la oscuridad más absoluta.

Esta característica resulta tanto más preciosa cuanto que la mayoría de los habitantes de las grandes ciudades este cien mil milenio se han vuelto completamente ciegos a fuerza de pasar toda su vida bajo tierra.

También posee (como las hembras) unas alas que un día le permitirán volar para hacer el amor.

Su tórax está protegido por un escudo especial: el meso-tonum. Sus antenas son más largas y más sensibles que las de los demás habitantes.

Este joven macho reproductor se queda largo rato sobre la cúpula, llenándose de sol. Luego, cuando ya está caliente, vuelve a la ciudad. Temporalmente forma parte de la casta de las hormigas «mensajeras térmicas»

Circula por los corredores del tercer nivel inferior, donde todo el mundo duerme todavía profundamente. Los cuerpos están congelados. Las antenas yacen laxas.

Las hormigas sueñan aún.